miércoles, junio 12, 2013

Puñeteros traumas adolescentes. Odio a la Literatura.


He destapado la caja de Pandora de los recuerdos. He destapado la caja de los truenos de las memorias. Y ahora no se puede cerrar. Una vez comienzas a recordar la etapa más traumática y decepcionante de tu vida, resulta imposible proseguir con tus rutinas diarias sin verte asaltado por docenas de recuerdos lamentables. El bachillerato me reafirmó en lo friki que soy, pero también me transformó en un marginado social en otros aspectos. El bachillerato me lisió emocionalmente, pero también intelectualmente. Por culpa del Bachillerato detesto la lectura y odio a la literatura. Y para un friki este aborrecimiento resulta incapacitante. ¿Cómo puede alguien llamarse friki sin haberse deleitado en los paisajes de la Tierra Media descritos por Tolkien en El Señor de los Anillos? ¿Cómo puede alguien llamarse friki sin haber saboreado el agua de vida junto a Paul Atreides y tragado polvo en las dunas de Arrakis? ¿Cómo puede alguien llamarse friki sin haber acompañado al bárbaro cimerio en sus sangrientas aventuras escritas? Ender, Atreyu, Rincewind, Harry Potter… todos ellos esperando entre las páginas de un libro. ¡Y yo aborrezco la lectura! ¿De quién es la culpa? La culpa es toda de mi profesor de literatura del BUP y de sus odiosas enseñanzas.

Mi profesor de literatura del Instituto. ¡Qué monstruo del Averno! No recuerdo su nombre, ni quiero recordarlo. Pero sí que recuerdo perfectamente sus sádicas enseñanzas y su forma de inocular un odio venenoso contra la lectura. Y es que no hay mejor forma de odiar los libros que convertir cualquier lectura en penitencia, suplicio y trabajos forzados. Este sujeto no tuvo mejor y feliz ocurrencia que obligarnos en un solo curso a leernos forzosamente las dos partes del Quijote de Cervantes. Y el tipo luego no se contentaba con ponernos un examen trimestral relacionado con tales lecturas, no… el tipo se empeñaba en que hiciésemos resúmenes. Resúmenes de cada capítulo. Y no un resumen a la semana. No. ¡Resúmenes diarios! Todos los días te tenías que leer por narices un capítulo del Quijote, y luego tenías que redactar, a marchas forzadas, el consiguiente resumen para entregarlo sin falta al día siguiente. ¡Menudo castigo! ¡Menudo suplicio! ¡Menudo tostón! El Quijote tienes que leértelo con calma, con paciencia, con gusto y deleitación. Y mejor leértelo cuando tus afinidades lectoras ya hayan sido refinadas por años de otras lecturas. Pero lo peor que puedes hacerle a alguien es convertir su experiencia de la lectura del Quijote en un rally desaforado y sin frenos. Que te obliguen a meterte la prosa del manco de Lepanto a machamartillo, para luego vomitarla en una página en blanco, sin haber logrado digerirla primero, es la mejor forma de convertir a un posible lector en un odiador crónico de la palabra escrita. ¡Por culpa de Cervantes odio la literatura! Aunque en realidad sería mucho más justo decir que odio a Cervantes y a la literatura por culpa de un profesor de literatura incompetente, ruin y sádico…

Gracias al cielo mis aficiones frikis me salvaron de ser un iletrado impenitente. Para poder jugar al rol hace falta leerte un buen montón de manuales. Y leer comics y manga no es que sea de mucha ayuda para enfrentarte a una novela de 500 páginas, pero al menos te mantiene mínimamente conectado con la palabra escrita. Sin los juegos de rol, los comics y los manga, ahora estaría desconectado irremisiblemente de la lectura y sería otro más de esos bobos que andan por la calle con las narices pegadas a una pantalla táctil, escribiendo textos como si todo en la vida se pudiese relatar con un simple SMS.

Con mucho esfuerzo he logrado regresar al gusto del tacto de los libros. Y sobre todo gracias a Harry Potter. Sin haberme tragado los ladrillacos de la Rowling, supongo que jamás me habría propuesto en serio acometer el tochazo que suponen los tres volúmenes del Señor de los Anillos reunidos en un solo libro. Y una vez que empiezas, no paras… Terry Prattchet y Clive Barker son dos de mis autores favoritos. Y ahora parece que le estoy cogiendo el gusto a las astracanadas de Christopher Moore. Leer debería ser siempre un placer. No una tortura medieval. Y desde luego que no debería ser un coñazo insufrible.

Por cierto, que me gustaría ahora mismo poder tener acceso, de algún modo, a mis resúmenes del Quijote de aquellos años. Más que nada para comprobar que atroces tropelías cometí contra la obra del escritor manchego. Pensad que al final mis resúmenes llegaron a tal grado de síntesis, que era capaz de ventilarme un capítulo entero del Quijote y reducirlo a un mísero párrafo. ¡El Quijote mutilado! ¡El Quijote vilipendiado, mancillado y humillado! ¡El Quijote lefado! Y puesto que no era el único, ya que toda la clase estaba obligada al suplicio de resumir cada capítulo, podríamos hablar de un auténtico bukkake intelectual perpetrado contra el caballero de la triste figura. Incluso creo que al final estaba ya tan harto y tan hastiado que era capaz de ventilarme capítulos enteros con una sola frase. Algo del tipo: “Y al final el viejo loco se muere”.

Menos mal que el Quijote de Avellaneda lo consideraba apócrifo el maldito plasta del profesor, pues no hubiese resistido más de aquella tortura. Y mi tirria a la lectura sí que se hubiese vuelto crónica e insalvable, obligándome a leer un libraco que ni los literatos defienden.

Vamos, que al final sí que soy lector. Pero lector de lecturas frikis. No me pongas delante un libro de Gabriel García Márquez, que se me pone instintivamente cara de desprecio infinito, como en el meme. Es una reacción puramente pavloviana por culpa de aquel trauma de instituto insalvable. Me gusta leer a pesar de mis traumas del instituto, pero odio la literatura, por plasta y por pedante. Por eso he decidido titular mi escrito de hoy “Odio a la Literatura” en vez de “Odio a la Lectura”. Y soy plenamente consciente de las carencias que esto provoca. Un mal lector es invariablemente un mal escritor. Mis escritos están plagados de coloquialismos, anglicismos, frases hechas, lugares comunes y adverbios terminados en –mente. Y esto es algo que me da mucha rabia. Pero total… luego pienso: “pero sí esto es para un blog friki que no se lee nadie”. Y me quedo a gusto. Más a gusto que un arbusto.

Y si esto realmente lo leyese la gente no escribiría nada de nada. No pasaría siquiera de la fase de borrador… pero sé de buena tinta que la gente solamente llega hasta mi blog rebotado de una carambola tras buscar frikadas en Google imágenes. Lo sé porque puedo verlo en las estadísticas de blogger. A la generación de ahora hasta leer blogs les causa pereza.

¿Por qué estoy escribiendo esto entonces si nadie va a leerlo? Pues supongo que para exorcizar demonios internos. A lo mejor después de escribir esto soy capaz de tocar el lomo de un libro de Cervantes sin sufrir sarpullidos y urticarias…

Aunque no creo. Cervantes es un coñazo. Lo siento. Y en el Quijote no salen robots gigantes luchando contra monstruos submarinos.

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